Asesoría y Comunicaciones para las Artes

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lunes, diciembre 31, 2007

Carta abierta a mi futuro


Entra, no seas tímido.


He amasado con calma tu figura.


Entra, con el ritmo de la vida, y transforma mi camino.


Lo he soñado despierta hace años.


Entra y consume las malas experiencias.


No he sabido hasta ahora cómo hacerlo.


Entra y observa todas las siluetas de lo que yo fui.


He pasado tiempo integrando cada uno de mis pedazos.


Entra, ya emprendí el viaje.

Bendiciones a mis amigos y amigas de la tribu.
¡¡¡¡Feliz año nuevo!!!

lunes, diciembre 24, 2007

Paz


Para los que conocí y no veré nunca más.
Para los que conocí y serán parte de mi camino.
Para los que me trataron mal.
Para los que me amaron.
Para los que hablaron mal de mí.
Para los que me apoyaron.
Para los que me agredieron.
Para los que me abrazaron.
Para los que me dieron las gracias.
Para los mal agradecidos.
Para mis antepasados.
Para mi descendencia.
Para mis queridos alumnos y alumnas.
Para mis amigas.
Para mis amigos.
Para Miranda.
Les deseo un noche de paz real,
un momento de alegría interna y verdadera.
Y les doy las gracias a todos por haber pasado por mi vida.

lunes, diciembre 17, 2007

A Jorge Teillier

"1961 diciembre Jorge Teillier" Fotografía de Baltazar Robles. Santiago Gentileza de Cristina Wenke .
De la Facultad de Filosofía y Humanidades. Universidad de Chile


Tengo palabras que creí invitadas por mí;
tengo ideas que creí inventadas por mí,
pero su recuerdo señor poeta, es más fuerte
y se cruzó entre mis letras, entre mis nostalgias,
entre las personas que quise amar y no pude;
y confundí sus trenes con los míos,
y confundí la lluvia de su suelo,
con las gotas de mi tierra.
No puedo descansar sin pensar en la niña que nadie saca a bailar,
ni en mi padre que pudo ser comunista y no lo fue,
ni en la importancia de dejar los codos en las mesas,
ni en los vinos que debí haberme tomado antes que usted.
Entonces poeta, nació una escritura,
donde mezclo su nombre con el mío,
su recuerdo con el mío,
su olvido con el mío,
su obsesión con la mía.

jueves, diciembre 13, 2007

CUENTO PARA EL VERANO

(me encantaría que esta foto hubiera sido tomada por mí)
La Paulina
Escrito en abril de 2001

Nunca he sido de los que se arrepienten de haber pasado o no por ciertas experiencias. Siempre he renegado a hacerme el maricón con mis propias historias. Así me paré frente a la Paulina, con toda mi carga, enmierdada según las mujeres de mi generación, pero mi carga al fin, mi médula existencial.


Hacía un año que me había separado de la Bernardita, una mina periodista igual que yo, pero que me aceptó lo de lana en la pura universidad. Después trató, con toda la sicología a su alcance, de demostrarme que ser un top de televisión era la prueba máxima del éxito profesional. Nunca asumió, que mi discurso era de verdad. No, la Bernardita era la mina, nada de tonta, pero con ambiciones de los ´90. Tenía los ojos puestos en el sillón de las periodistas del canal más visto, que en ese minuto era el único que le daba un espacio destacado a las mujeres.


Duramos 6 años casados. Pudo ser menos, pero crecí creyendo que pese a todo, el amor era una cosa importante, que había que jugárselas hasta el final. Lo que no capté antes, fue que el final fuera tan hastiado, sin ánimo ni para discutir de quiénes son las cosas. Ella nunca podrá decir que yo fui “el malo”; yo tampoco la voy a recriminar por sus estados neuróticos de los últimos tiempos, no es de caballero, creo. No resultó no más. Aunque sí debo reconocer que espero que algún día ella vea que los sueños no se ahogan en las iglesias cuando uno dice que “sí” se quiere casar. Los sueños se pueden cumplir. Y que entienda que lo que me ocurría cuando estaba con ella imbuido en esa media empresa que era construir una familia, no era producto de un alargamiento de mi inmadurez, ni de mi embriaguez creativa, sino de la cuota de humanidad que siempre pensé en mantener.


Tuvimos una hija, la Antonia, mi pequeño milagro y de quien espero compartir todas las trizaduras y construcciones de las que puede ser capaz de crear su padre o sea, yo. Sí, porque sé que la Antonia tiene harto de mí. Lo noto en su mirada cómplice que sólo una niña de cinco años puede darme.


Yo trabajaba como periodista de un servicio público, pero le podía quitar un poco de tiempo a la hora de colación para escribir mis poemas, para dar vueltas por Huérfanos y chocar con el cerro Santa Lucía y retroceder por un camino intercalando librería tras librería.


En eso estaba cuando conocí a la Paulina, tratando de reconstruir mi historia y de recuperar la fuerza de los sueños que alguna vez creí insustituibles.


Estaban naciendo las ganas de contarle a una mujer, todo lo que yo quise construir como persona, incluso como parte de la sociedad y en la cagada que estaba dejando nuestra generación, tan llena de tecnicismos, de éxitos forzados y poco medulares; de formas y no contenidos, pero contarle a una mina que estuviera en lo de uno, no como la Bernardita, pero tampoco imaginé que me enamoraría de una mujer como la Paulina.


Sí, porque la Paulina con sus 22 años era una mujer, de esas que pasaron por un colegio alternativo y que sus papás nunca le dieron un no por respuesta, sino una explicación. Y ese carácter, esa asertividad y al mismo tiempo esa desconcertante ingenuidad, me fueron atrapando. Ella tenía los ojos vivaces, la mirada firme y una risa espontánea y fuerte, pero también era de las que se emocionaba con facilidad.


La Paulina tenía una pareja con la cual vivía desde hace dos años y eso, también la hacía ya una mujer. Una pendeja que a los 20 decide meterse en los laberintos de construir de a dos y al mismo tiempo, no perderse a sí misma, era una apuesta que ella, aparentemente, había hecho con certeza mientras yo vivía con una desconstrucción a cuestas.

Tuvimos que trabajar juntos en una campaña comunicacional. Ella como diseñadora y yo como periodista. Me llamó la atención desde que la vi, pero no fui yo el que dio el primer paso.
Un día en que tuvimos que quedarnos solos hasta tarde, mientras se tomaba el pelo con las manos, me invitó a tomar algo “…como una cerveza –dijo- Por todo el esfuerzo que hemos hecho, ¿no te parece? ”.

Cuando salimos de la oficina, por calle Moneda hacia Miraflores, sentí que podía ser una especie de padrino de ella. Yo tenía experiencia, un cuento y... miedo. Pues si bien su asertividad no disimulaba su poca edad, yo no quería arriesgarme a abrir mis espacios, contar mis historias, mis ideas en un ser que podía no entender nada. Pero ella me escuchaba con tanto entusiasmo, que todo empezó a tomar sentido.

Y mientras más tomaba sentido, más me agarraba el vértigo de comenzar una historia incompleta. Ya conocía muchas historias donde un hombre fuera parte de un triángulo y él como protagonista, pero no al revés, menos si se trataba de una mujer 20 años menor que yo.

Al vuelo de la campaña comunicacional fuimos tomando confianza y dejando crecer una atracción reconocible hasta por las murallas. Era una sensación violenta y agradable. Yo no quería estar solo, pero tampoco quería una aventura. Mientras pude, mantuve la frialdad para reaccionar ante cualquier pasaje romántico, pero las cosas me fueron superando. A veces sentía que ella tenía las cosas más claras y me sentía víctima de una aventura que quería mandarse una minita de 20 años con un cuarentón como yo…, de sólo pensarlo me sentía ridículo.

Pero un día me besó y me volvió el alma a la cabeza.

-¿y esto?- pregunté.
- Quería darte un beso- dijo con envidiable naturalidad.
- Pero estamos en la oficina y puede venir alguien - interpelé torpemente.
- Oye, yo debería estar más asustada que tú, relájate - rió.
- ¿ Por tu pareja ?!- reaccioné con ironía.
- Claro, porque yo soy una mujer comprometida, con un hombre que me espera en la casa - rió a carcajadas. Carcajadas que interpreté mal, que pensé me estaban dando una señal de su interés por mí.

Los días se fueron dando llenos de escenas truncas, que ni los poemas me lograban hacer remontar, pensé decirle que probáramos y viéramos qué resultaba entre nosotros, pero al minuto me arrepentía. Encontraba absurdo estar atrapándome en esta historia que no podía manejar y de la cual todos los testigos tenían mejores cosas que decir. Porque entre nosotros en definitiva, no pasaba nada.

Teniéndola tan cerca, gustándome diariamente, no lograba ni cortar ni construir. Es que ella manejaba un límite que yo no podía dominar, estaba lleno de sensaciones y palabras no dichas y se daba todo por supuesto: la atracción y la imposibilidad.

El día que terminamos la campaña pensé invitarla a mi departamento. Era de noche, ya no había secretaria ni nadie por el piso, al menos. Estábamos solos en la oficina de un edifico público. Y la Paulina se acercó decidida. Se sacó la blusa, el sostén y me abrazo. Yo la besé con impaciencia; también me desvestí a medias…la alejé un poco de mi cuerpo para mirarla, para reconocerla, pero no podía distinguir qué buscaban sus ojos en mí.

Hicimos el amor arriba del escritorio, la penetré y me fui volviendo loco con la humedad que corría por sus piernas hasta escuchar el gemido, ahogado e intenso, de un orgasmo de verdad.

Abrazados en silencio, me distraje por las carpetas de la campaña terminada, pero en el fondo me sentía relajado y eufórico. Estaba incluso dispuesto a dormirme en el suelo de esa oficina estatal, pero ella reaccionó o despertó o recordó…Se vistió. Me apuró para que yo hiciera lo mismo y nos fuimos envueltos por un mutismo que se rompió sólo cuando ella subió a una micro en la Alameda y me dijo “nos vemos mañana”.

Al otro día ella actuó como si nada hubiera pasado entre nosotros y seguramente con la certeza de encontrar otro breve momento para estar solos de nuevo. Cuando eso ocurrió me contó que su pareja se iba de viaje por un mes y que era la primera vez que iban a estar tanto tiempo separados, que iba a ser difícil.

- Otra nueva experiencia, ¿viste? - me comentó coquetamente como niña chica.
-…claro, otra nueva experiencia - respondí atragantado.

Me sentí aplastado por esa pendeja de 20 años, que no reconocía esta historia. Entonces decidí alejarme, pero dudé si tenía que avisarle o no.

Finalmente lo hice, le dije que yo era un hombre de cuarenta y dos años, con una vida a mis espaldas y una digna mirada sobre el futuro y que no podía darle rienda suelta a un sentimiento que pudiera destruir otra relación como la que ella tenía. En esto último mentí, mi idea era hacerla desaparecer de mi vista. Entonces, me prometí cerrar todas las puertas posibles y hablar exclusivamente de pega.

- Suerte entonces- me dijo con un pragmatismo cartesiano.

Estuve un buen tiempo con la mitad del cuerpo adormecido, escéptico y, aunque me costara reconocerlo, adolorido.

De la Paulina no supe más. La última vez que la miré a los ojos, me dijo que se iba a España con su pareja, que se había ganado una beca y que tenía el futuro por delante. Mientras, yo decidía optar por el futuro y por creer en retomar mi camino, si es que hay uno. Y encontrar a esa mujer que quisiera compartirse. Contando con todo el tiempo y los espacios posibles. Y sentir, que la plenitud existe por un rato más largo que un orgasmo de verdad.

miércoles, diciembre 12, 2007

La vida está en otra parte


Muchos años atrás, quizá en el colegio, leí un libro que prendió mi corazón de adolescente. Se llamaba "La vida está en otra parte" de Milan Kundera (checo). El protagonista del libro se llamaba Jaromil, incensante poeta buscador de aventuras de la vida; aventuras que lo llevaron a caminos adoloridos que quizá eran innecesarios.Recordando ese Jaromil y recordando algunos episodios de mi vida, pienso que, a veces, el destino nos tienta y nos lleva a caminos de dolor,y nos topamos con seres oscuros muy bien maquillados, y ahí nos perdemos hasta que logramos retomar el rumbo.
Pero le doy el valor a una cosa, a que una no es la misma de antes, una lleva consigo pasos adelantados.

música de fondo:


"...Si no creyera en lo más duro,

si no creyera en el deseo,

si no creyera en lo que creo,

si no creyera en algo puro.

Si no creyera en cada herida

si no creyera en la que ronde

si no creyera en lo que esconde hacerse hermano de la vida.

Si no creyera en quien me escucha

si no creyera en lo que duele

si no creyera en lo que queda

si no creyera en lo que lucha.

Que cosa fuera

Que cosa fuera la maza sin cantera,

un amasijo hecho de cuerdas y tendones,

un revoltijo de carne con madera,

un instrumento sin mejores resplandores,

que lucecitas montadas para escena,

que cosa fuera -corazón- que cosa fuera,

que cosa fuera la maza sin cantera,

un testaferro del traidor de los aplausos,

un servidor de pasado en copa nueva,

un eternizador de dioses del ocaso,

jubilo hervido con trapo y lentejuela,

que cosa fuera -corazón- que cosa fuera,

que cosa fuera la maza sin cantera,

que cosa fuera -corazón- que cosa fuera,

que cosa fuera la maza sin cantera".


Silvio Rodríguez

jueves, diciembre 06, 2007

Mi semestre en Apsi

Era el otoño de 1992. Ya debía pensar dónde haría mi práctica profesional en el verano. Ver El mercurio o La Tercera, me daba dolor de guata, sentía que sería como trabajar con "adultos" retrógrados e intolerantes (con el tiempo aprendí a ser más tolerante, claro está). Entonces, un día mientras hojeaba la revista Apsi, que religiosamente compraba mi padre cada 15 días, dije: aquí es, aquí, porque como escriben es admirable, como reportean es admirable. ¿Quiénes son? No conocía a nadie, pero hacían el periodismo que a mí me gustaba y me daba el sentido para estudiar esos 5 años en la U.
Observé el colofón y vi la dirección... Era una casa azul cercana al barrio Bellavista, me esperaba el editor Rafael Otano, un español cano, alto y directo, quien se transformaría en la síntesis de mis maestros del periodismo. Nunca lo supo, pero fue un hecho.
Era el verano de 2003 y con toda mi adrenalina tenía el pase para hacer mi práctica en la revista Apsi. Esos meses se convirtieron en uno de mis más añorados veranos. Sólo me dediqué a aprender, a observar y a escribir.
Habían jóvenes como yo, pero que tenían más carrete en la Revista, hoy son reconocidos reporteros como el queso en El Mercurio, Juan Andrés, director del Clinic y la marce, de ellos aprendí a engrupirse con la pega. También recuerdo a Gumucio que llegaba con maletín en mano a entregar su crítica de TV, ácida e inteligente, pero que nunca saludó (pienso ahora que era por dislexia galopante, prefería hablar con pocas palabras a quienes no conocía mucho).
Si bien mi tema siempre fue la cultura, Otano me tiró a los leones y me puso a hacer algunas notas de política, que no resultaron las de mis mejores plumas, pero aprendí a oler lo que años después se transformaría en una cotidianidad, el poder de los políticos.
Y todo esto viene a colación, porque ayer se lanzó un libro sobre la revista Apsi, y plan B, ambas desaparecidas. Y estaba la Mily (periodista y escritora) en la testera leyendo su discurso inteligente y emotivo a rabiar, y se me pusieron los ojos vidriosos, porque esa mujer que decía ..."todos me aman, pero nadie me paga la luz", escribía con la fragilidad de la lucidez y eso nadie lo paga en este país.
Dejé de ir a Apsi cuando empecé a bajar mis notas en la U, y como era mi último año, trancé el feroz aprendizaje que estaba viviendo en esa casa de piso de madera por las últimas lecciones de la Escuela.
Ayer supe que el final de Apsi fue más que lamentable, bordeó lo patético, y hubo quienes quedaron como los malos de la película. Pero supe también, que aunque este país no permita medios de comunicación como ése, tuve el privilegio de pasar por ahí y eso quedó impregnado en mis letras y en mi memoria.

miércoles, diciembre 05, 2007

Exceso de AVPR1

Lo triste es toparse con gente que no sabe que existe el AVPR1 (ja!)

Noticia que salió en el día de hoy:
Fuente :AFP
La generosidad es un fenómeno programado genéticamente, según un estudio de científicos israelíes publicado este miércoles. Durante una prueba de comportamiento se dio doce dólares a 203 individuos y se comprobó que casi el 50% de aquéllos que estaban dispuestos a donarlos de forma anónima, ya sea en parte o en su totalidad, eran portadores del gen AVPR1 o de una de sus variantes. En este estudio, cuyos resultados publicó en la Red la revista "Genes, Brain and Behavior", participaron investigadores del departamento de psicología de la Universidad hebraica de Jerusalén. "Que yo sepa, se estableció por primera vez la existencia de un vínculo directo entre la generosidad humana y las variantes del ADN", declaró el profesor Ariel Knafo, de la Universidad hebraica.Según Knafo, el AVPR1 estimula la liberación de una hormona, la arginina vasopresina, que actúa a su vez en un área cerebral que favorece el comportamiento altruista.
Es decir, los egoístas están jodidos desde el primer respiro, por no saber lo lindo que se siente ser generosa.

martes, diciembre 04, 2007

sensaciones

Al voltear la cara dejó de sonreir. Nunca más lo volvería a ver.
El dolor de su cabeza no dejaba de hacer sangrar ideas.
No quería ni su voz, ni las lineas de sus manos.
Al voltear la cara dejó de sonreir,
pero sintió un hilo de alivio que se alojó en el centro de su pecho.
Desde una ventana se escuchaba la música de dead can dance,
y recordó cómo se reía hace diez años.

lunes, diciembre 03, 2007

Oda al transantiago


COMBINACIÓN CON LÍNEA 5

Tengo la espalda pegada al respaldo de un asiento. Miro insistentemente hacia afuera buscando tranquilidad. “Metro Baquedano, lugar de combinación con línea 5”. Mis manos comienzan a sudar e involuntariamente muevo mis piernas. El carro abre sus puertas y entra una masa de seres humanos: veo cabezas, abrigos, manos. Un maletín aplasta mi estómago, pero no puedo moverme y reaccionar. La gente se agita y se aplasta. Luego todos miran al techo. Siguiente estación. El carro se detiene frente a un televisor. Veo un hombre diciendo que están satisfechos con las nuevas medidas: “el metro está funcionando normalmente”.