Una vez más mi padre, me ha levantado para sacarme de las penas. él un poco a tientas, bien a tientas, me sacó e invitó a pasar unos días en una pequeña y hermosa caleta. Ahí, la Miranda no pudo más de felicidad, corría de ida de vuelta frente al mar, escribió "mami", en todos los trozos de arena que pudo y yo.... yo intentaba acallarme. No le recomiendo a nadie sentir desprecio por alguien. Es fuerte y muy desagradable, porque mientras miraba ese mar azulino, fuerte, con caracter, que me llamaba (de alguna manera) se me venian a la mente los recuerdos de alguien que desprecio profundamente. De esas personas que desde su baja humanidad fueron capaces de destruir tu sentido común, tu paz, tu cordura, tu amor, tu energía a punta de distorsión, de mentiras, de manipulaciones, de deslealtad y violencia. Todo eso, no me lo podía calmar el mar, por más hermoso que lo encontrara. Sin embargo, cuando volví a mi pequeña morada, que la he construido cotidianamente con mucho de mi creatividad y la de la Miranda, me di cuenta, que ese sonido, que ese azul, que la luna llena que también me observó, que la tierra y que todo lo bueno que viví esos días, habían cambiado algo de mi semblante. El desprecio no lo dejaré de sentir nunca, pero hay algo maravilloso que siempre nos salvará: el olvido. |
martes, octubre 10, 2006
a pesar de todas las olas...
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