Entregada al propio destino,
la mujer termina reconociendo su propio andar,
donde no siempre coincide con otros,
o donde equivoca la mirada en medio de la multitud.
Nada de eso puede doler si al anochecer ella es capaz de capturar el aroma de la poca luz,
y sentir, sin embargo, paz.
El caminar solitario en medio de la multitud que incluso te sonríe amable,
no duele cuando hay esperanza de que un poco más allá podrá encontrar
un espacio de acogida.
Me gusta mi soledad creativa.
No me gusta mi soledad impaciente y nublada.
Me gusta la soledad llena de grillos.
No me gusta mi soledad con llamada en espera.
Me gusta mi soledad cuidadosa.
No me gusta mi soledad traicionada.
Una escena, una melodía.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario