Hace dos años atrás yo estaba citada para una entrevista arriba de un cerro de Santiago a las 20 horas.
No es ni ha sido mi costumbre reunirme con mis entrevistados tan tarde.
Pero ese día fue una excepción, sobre todo, porque era una entrevista que deseaba hacer hace años y porque me había costado mucho lograr que mis editores me dieran el vamos.
Lo había conversado en noviembre del año anterior para la lat33, después en la Nación Domingo y El Periodista (mis siempre fieles espacios), sin embargo, por más argumentos que me pedían, no lograba convencer a mis editores que esta entrevista: sí valía la pena.
Ese día, era el día.
El que se la jugó fue Padilla, editor del El Periodista, por lo tanto, si mi entrevistado me citaba a las 20 horas en su casa, no podía entrar a dudar y partí.
Recuerdo que hacía mucho frío. Me agarré un gran taco y llegué a las faldas de este cerro y comencé a subir.
Subí en medio de la oscuridad.
Subí y el camino se iba enangostando.
a esta altura, me preguntaba, ¿Valeria, valdrá la pena?
y me respondía al mismo tiempo "por algo estoy aquí".
De pronto llego al final del camino a una casa vacía.
"chuuuuta, soné, mi entrevistado no tiene celular, no tengo cómo ubicarlo de nuevo y estoy arriba de este cerro", pensé angustiada.
Pero de pronto sonó mi celular y una mujer que se hacía llamar "la socia" me avisa que el entrevistado estaba un poco atrasado.....
Me armé de paciencia en medio de esa oscuridad. Me senté en una escalerita frente a esa casa semi abandonada. Sobre mi cabeza tenía un cielo completamente limpio y estrellado. Al frente tenía Santiago iluminado. A mis costados muchas, muchas plantas.
y yo ahí, esperando, intrigada por mi conducta.
Esperé una hora exacta y llegó.
Siempre ando con cassette de 90 minutos. Ese día no reparé que podía entrevistar por más tiempo.
Lo tenía frente a mí, después de esperarlo tanto.
Recordé mi infancia cuando ponía la radio y escuchaba sus canciones una y otra vez sin cansarme. Lo admiraba verdaderamente y necesitaba saber quién era.
Estuvimos 7 horas conversando.
Han pasado dos años.
Hemos llorado, reído a carcajadas, nos hemos emocionado,
peleado, alejado, acercado y amado.
Esa ha sido la entrevista más larga que he hecho en mi vida
y mi grabadora sigue andando.