En este país hay mujeres extraordinarias. Mujeres de exportación no convencional. Mujeres olvidables. Mujeres machistas. Mujeres femeninas. Mujeres sabias. Mujeres niñitas.
Mujeres sorprendentes.
Siempre he pensando que nacer en cuerpo de mujer tiene ciertas virtudes maravillosas e implacables que en muchos casos permanecen dormidas, al borde de la inanición.
El día en que a mis padres se les ocurrió meterme en un colegio de monjas,
supe que había un abanico poco halagador de mujeres.
Las de exportación no convencional no me preocupan tanto, porque su aporte es tan futil e inasible que pueden seguir ahí sin que uno las vea. Las olvidables tampoco me quitan el sueño, porque, a lo más, provocan sopor y somnolencia.
Las que me preocupan son las mujeres machistas y las mujeres niñitas.
Ésas son una especie de alambra de púa social, de virus contagioso, de espejo retrovisor roto, que impide mostrar la realidad.
Las machistas son peores que los hombres machistas, porque en el peor de los casos éstos defienden con muelas su metro de existencia. Pero que ellas defiendan el metro de existencia de los hombres sólo por ser hombre, para mí, sólo tiene una explicación: flojera mental, incapacidad y desconocimiento absoluto del concepto misión en la vida.
El peligro: achatan el género y lo mantienen sujetas a la mediocridad.
No creo que al comienzo de un siglo que nace convulsionado, con crisis ambiental, valórica y humana, sea tiempo para seguir conteniendo a mujeres que no se quieren hacer cargo de sí mismas ni del mundo en el que les toca vivir.
Para mi es fundamental sentirse fuerte, hermosa y atractiva, pero toda esa belleza es verdadera energía cuando también hay un pensamiento detrás, una actitud proactiva, y cuando hay una espiritualidad viva y creciente.
Ojalá que cada vez más nos diferenciemos por la esquina desde donde miramos el mundo, y no por el rincón pasivo desde donde no nos queremos hacer cargo de nuestras vidas
y esperamos que un hombre nos venga a salvar.
Siento que cuando el hombre sea mirado como compañero, y desde ahí compartamos nuestra femineidad con sensualidad, alegría, crítica, tristeza, belleza (lo que cada una quiera)
podremos construir un verdadero futuro.
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