...entonces después de hablar con mi amiga, me di cuenta que el problema no era de los carentes per sé, que el tema era más profundo y hasta más difícil de resolver.
Porque lo que habíamos conocido ella, yo, ellas, él, ellos, eran personas que crecieron sin darse cuenta que la marca de la primera infancia, era EL tema. Por eso, no deja de sorprenderme cuando hay gente que pormenoriza los problemas de los niños y niñas, pues lo que se vive ahí, se repite, se traduce, se hace carne después de la adolescencia.
Niños o niñas que fueron humillados, golpeados, a quienes nunca pensaron en escuchar, respetar con personas, a quienes los otros no los vieron, o los castigaron desequilibradamente, o no les explicaron sus dudas y confusiones entre la realidad y los discursos de buena crianza, o que los asustaron sin mediar consuelo, en forma única o en conjunto, terminó creando seres dolorosos, personas que dañan y dañan, seres violentos, víctimas de los demás, abusadores e indolentes con los que dicen querer o amar.
Y no hablo de personas que vienen de familias necesariamente disfuncionales o con evidentes problemas de violencia física o sicológica, pues siento que el crecimiento humano es el más frágil, pues sólo bastaría haber vivivido uno de estos episodios para transformarse en un ser dañado y dañador.
Sin embargo, también creo, que en este mar de seres humanos, hay una especie o una tribu, que se ha pasado la vida sanándose a tientas, y esa lucha y perseverancia, yo la valoro en el alma.
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