Han sido semanas de calle. La gente está cansada de noticias catastróficas y de la política del miedo; la gente se está haciendo eco de lo propio: de su bolsillo, de su salud, de su educación, de su casa, de su calle.
No se puede subestimar ni minimizar a las personas. No me gustan los discursos de algunas autoridades que haciendo oídos sordos a los estudiantes y profesores, al borde del ninguneo, sólo se sienten tranquilos por llegar a acuerdos políticos.
Esa actitud no sólo genera desazón, sino que rabia e impotencia.
Creo que está quedando atrás la actitud ovejuna de los chilenos, que en pos de mantener "la tranquilidad y estabilidad" social sólo murmuraban en sus círculos cercanos sus problemáticas diarias.
Las nuevas generaciones llevan la delantera y salen a las calles para decir: no estoy de acuerdo, tengo otra opción, ¡quiero otra opción! y si las autoridades minimizan y obstaculizan estas expresiones, estaremos frente a una olla de presión social.
No se trata de ser catastrófica, sino realista frente a la carencia, o falta de soluciones, porque es muy fácil convocar al diálogo cuando al final las decisiones se toman en salones a puertas cerradas.
No es menor, por ejemplo, que los más de 10 mil profesores que colmaron las calles colindantes al Congreso, hayan tenido tantos o más obstáculos que las garras bravas para llegar a Valparaíso. Es una falta de respeto, como también lo es que la Ministra de Eduación diga que la calidad de la educación se logra sólo teniendo buenos profesores que hagan clases y alumnos que asistan. Esa simplificación hace doler el estómago.
Tampoco son sanas las intervenciones de los llamados "expertos" que colman los diarios regalando porciones de miedo por el hecho de subir el salario mínimo de los trabajadores. ¿Cuál será la idea de fondo? ¿Hacer de Chile un país con millones de pobre endeudados, sin educación ni digna salud, y un puñado de ricos educados y sanos que tenga a quiénes mandar?
No somos como los argentinos en el actuar, pero por aquí hay sangre araucana y no olvidemos la guerra de Arauco.
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